Comentarios a la Filocalía 1

 

 

1.     Sucede que a los hombres se les llama, impropiamente, razonables. Sin embargo, no son razonables aquellos que han estudiado los discursos y los libros de los sabios de su tiempo; pero aquellos que tienen un alma razonable, y que están en condiciones de discernir entre lo que está bien y lo que está mal, aquellos que huyen de todo lo que es maldad y que daña el alma, mientras que se adhieren solícitamente a poner en práctica todo lo que es bueno y útil al alma, y hacen todo esto con mucha gratitud respecto de Dios, solamente éstos últimos pueden ser llamados, en verdad, hombres razonables.

 

Es importante aclarar el vocablo “razonable” ya que no es el mismo significado, el que le atribuimos hoy, al que le atribuía nuestro autor. En nuestro tiempo, ser razonable implica hacer lo adecuado, conformarse a la razón, hacer algo o decir algo proporcionado; implica el uso de la razón como la primera acción. En el tiempo de nuestro autor, ser razonable implicaba tomar distancia de las pasiones, tal como la entendían los padres; es decir, tomar distancia de aquellas cosas que separan al ser humano de Dios y dedicarse, abocarse a escudriñar, a profundizar, a penetrar, a meterse en uno mismo para descubrir, en lo más profundo de nuestro ser la luz, la claridad, la razón, el sentido de la existencia.

Es decir, que requiere un camino de introspección, una mirada interior a nuestras acciones, producto de nuestro intelecto en cuanto fuente de recuerdos y pensamientos y a nuestro corazón, en cuanto fuente de deseos y sentimientos.

Este proceso de introspección, de mirada interior, de peregrinación a las profundidades de nuestro ser, es lo que el apóstol Pablo llama “el hombre interior” (Ro. 7:22-23; 2Co. 4:16; Ef. 3:16); es decir, el aspecto espiritual de la persona.

Para nuestro autor, entonces, “hombre razonable” es quien tiene la capacidad, más allá de su nivel académico, de discernir entre el bien y el mal, optando por el bien.

La ciencia, la academia y la tecnología brindan información pero no la capacidad de discernir, de diferenciar entre lo que está bien y lo que está mal, optando por el bien y poniendo en práctica, por obra,  aquellas cosas que son buenas.

Para nuestro autor, esta capacidad de discernimiento requiere necesariamente de la fe que se manifiesta a través de “el respeto y la gratitud hacia Dios”

Podemos concluir, como aporte a quienes se están iniciando en la práctica hesicasta, que el seudo Antonio señala la necesidad de ejercitarse en el discernimiento de nuestros actos, poniendo en práctica aquello que es bueno y entendemos como tal, lo que se enmarca dentro de los dos mandamientos (Mt. 12:28-34).

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