Apuntes hesicastas. La práctica del ayuno (parte 4)

 


III

Fundamentos patrísticos de la práctica del ayuno

 

1.    Padres Apostólicos

Son denominados así, aquellos autores cristianos de fines del siglo I y hasta mediados del siglo II, que fueron discípulos de uno o más de los apóstoles de Jesús y escribieron sobre la doctrina y práctica cristiana de la época, por lo tanto, tienen una riqueza inmensa, ya que estamos haciendo referencia al cristianismo primitivo.

Se denominan por primera vez, “Padres Apostólicos” al conjunto de estos escritos en 1699, cuando el teólogo protestante L. J. Ittig publicó su Bibliotheca Patrum Apostolicorum.

 

1.1.        La Didaje o Didaché

Es el escrito cristiano no canónico más antiguo que se conoce. Su traducción al castellano es “Enseñanzas” y hace referencia a las enseñanzas de los apóstoles. Escrito probablemente en Siria hacia el año 70, es decir que es anterior a algunos escritos del Nuevo Testamento. Se desconoce su autor. Es sumamente importante porque describe la moral cristiana y los ritos litúrgicos más antiguos que conoce el cristianismo sobre el Bautismo y la Eucaristía.

En relación al ayuno, finalizando ya el capítulo sobre el sacramento del Bautismo, dice así:

“Antes del bautismo, ayune el que bautiza y el bautizando, y algunos otros, si pueden. Al bautizando le mandarás ayunar uno o dos días antes” (Didajé VII).

Inmediatamente después, establece los días de ayuno cristiano:

“Vuestros ayunos no han de ser al tiempo que lo hacen los hipócritas; porque éstos ayunan el día segundo y quinto de la semana. Mas vosotros ayunad el día cuarto y el día de la preparación” (Didajé VIII).

Dos aspectos importantes encontramos en este escrito, por un lado el ayuno prebautismal y por otro el ayuno ritual dos veces a la semana. Tengamos en cuenta la organización de los días, puesto que toma el criterio judío; “el día cuarto” si contamos a partir del Sabat es el miércoles y “el día de preparación” es el día anterior al Sabat, el sexto día de la semana, es decir, el viernes.

Curiosamente, la Didajé establece un ayuno comunitario; los miembros del colectivo destinatario de este escrito, ayunarán dos veces a la semana: los miércoles y los viernes; a diferencia de otros grupos que lo hacen otros días. De esta forma, la práctica del ayuno genera identidad y pertenencia. Sin embargo, no establece la forma, lo que nos genera cantidad de interrogantes sobre la práctica.

 

1.2.        El Pastor de Hermas.

Esta obra del siglo II, gozó de gran prestigio entre los primeros cristianos, incluso durante determinado tiempo formó parte de la Biblia.

El Fragmento Muratoniano, un manuscrito del siglo II (año 170) considerado el primer canon del Nuevo Testamento, afirma:

“Cuando Hermas, redactó el Pastor muy recientemente, en nuestra época, en la ciudad de Roma, mientras el obispo Pío, su hermano, ocupaba la sede de la iglesia de la ciudad de Roma”

Tanto Tertuliano, considerado Padre de la Iglesia, que vivió entre los años 160 al 220, como Ireneo de Lyon, considerado Padre Apologista, que vivió entre los años 140 al 220, citan la obra “el pastor de Hermas” como parte de las “Escritura”, es decir, que lo consideran parte de la Biblia.

El “Codex Sinaiticus”, un manuscrito del siglo IV, contiene la totalidad de la Septuaginta, es decir, el Antiguo Testamento de los judíos de la diáspora; todo el Nuevo Testamente, además de la Epístola de Bernabé y el Pastor de Hermas, considerando a estos últimos como parte del canon bíblico.

El “Codex Claromontanus”, un manuscrito del siglo VI, lo considera parte del Nuevo Testamento, ubicándolo entre los Hechos de los Apóstoles y las Cartas del Apóstol Pablo.

Estas menciones, solamente para resaltar la importancia que tuvo el Pastor de Hermas en el cristianismo primitivo; sobre el ayuno enseña así:

“Los ayunos agradables a Dios son: no hagas mal y sirve al Señor con corazón limpio; guarda sus mandamientos siguiendo sus preceptos y no permitas que ninguna concupiscencia del mal penetre en tu corazón […]. Si esto haces, tu ayuno será grato en la presencia de Dios” (Comparaciones, III).

“Este ayuno es sobremanera bueno, a condición de que se guarden los mandamientos del Señor. Así pues, el ayuno que vas a practicar lo observarás de este modo: ante todas las cosas, guárdate de toda palabra mala y de todo deseo malo y limpia tu corazón de todas las vanidades de este siglo. Si esto guardares, este ayuno tuyo será perfecto” (Comparaciones, IV)

“Por lo demás, lo harás de esta manera: después de cumplido lo que queda escrito, el día que ayunes no tomarás sino pan y agua, y de la comida que habías de tomar calcularás la cantidad de gasto que correspondería a aquel día y lo entregarás a una viuda, a un huérfano o a un necesitado. Y te humillarás de manera que quien tomare de tu humillación sacie su alma y ruegue por ti al Señor” (Comparaciones, V).

Claramente, para el autor y para el cristianismo de su época, la práctica del ayuno está caracterizada por:

-       No hacer el mal expresado en tres niveles: palabras, deseos, acciones;

 

-       Cumplir los mandamientos

 

-       Ingerir únicamente pan y agua

 

-       Practicar la solidaridad donando el costo de la comida que no se ingirió por la práctica del ayuno.

 

2.    Padres de la Iglesia

Este grupo está integrado por grandes escritores cristianos, cuyas enseñanzas han tenido un peso decisivo y fundamental en materia de teología y cuyo período se extiende desde el siglo I al VIII, contando con dos listas: los Padres griegos u orientales y los Padres latinos u occidentales.

A continuación citaré de forma cronológica, no por la lista de padres griegos y latinos, las enseñanzas de estos Padres sobre el ayuno.

 

2.1.        Orígenes (siglo II – III)

Asceta y teólogo, se lo ubica entre los años 184 y 253, escribió sobre el ayuno:

“El cristiano tiene libertad para ayunar en cualquier tiempo, no por superstición, sino por virtud. ¿De qué modo, sin embargo, pueden guardar los cristianos la castidad si no cuidan la continencia en estas cosas? ¿Cómo pueden estudiar las Escrituras y buscar la ciencia y la sabiduría? ¿No es, acaso, gracias a la continencia del vientre y de la boca, regulando la comida y la bebida por la abstinencia y el ayuno? Esta es la razón del ayuno cristiano. Hay también otra razón de carácter religioso, muy alabada desde el tiempo de los Apóstoles: «Bienaventurado quien ayuna para ayudar a los pobres». Este ayuno es verdadero, digno y grato a los ojos de Dios” (Orígenes, Homilía 10).

Dos enseñanzas se desprenden del texto:

-       Ayunar como práctica ascética, es decir, como entrenamiento o ejercicio para lograr el autodominio.

 

-       Ayunar para practicar la solidaridad.

 

2.2.        Atanasio de Alejandría (siglos III – IV)

Patriarca de Alejandría, se lo ubican entre los años 296 – 373, defensor inquebrantable de la fe nicena, escribe sobre el ayuno:

"El ayuno cura nuestras enfermedades, deseca los humores superfluos de nuestros cuerpos, pone en fuga los demonios, arroja los malos pensamientos, purifica el espíritu, limpia el corazón, santifica el cuerpo, eleva los hombres hasta el trono de Dios. Por último, el ayuno es el alimento de los Ángeles, y el que le practica, se puede considerar como en el orden de aquellos bienaventurados espíritus” (Atanasio, de Sanctiss. Deipara, sent. 5, Tric. T. 2, p. 172.)"

"Si el demonio os impele a practicar austeridades tan excesivas que altere vuestra salud, y que vuestro cuerpo se inutilice, y sea incapaz de todos los ejercicios, no sigáis su instigación, antes bien, moderad vuestros ayunos” (Atanasio, ibid., sent. 6, Tric. T. 2, p. 172 y 173.)"

Tres enseñanzas se desprenden de ambos textos:

-       Purifica los pensamientos y sentimientos.

 

-       Libera y sana nuestro cuerpo.

 

-       Moderar los ayunos ya que los excesos no provienen de Dios.

 

2.3.        Cirilo de Jerusalén (siglo IV)

Obispo, defensor acérrimo de la fe nicena, se lo ubica entre los años 315 – 386, escribe sobre el ayuno:

"Ayunamos y nos abstenemos del vino y de la carne, no por horror, como si fueran cosas malas, sino porque esperamos que en recompensa de privamos aquí de un alimento agradable a los sentidos, gozaremos en el cielo de un alimento divino, y que sembrando ahora con lágrimas, recogeremos algún día con gozo abundante cosecha” (Cirilo de Jerusalén, Cath. 4, sent. 5, Trie. T. 2, p. 336.).

En primer lugar, es importante señalar que Cirilo presenta dos conceptos en este párrafo: ayuno y abstinencia.

En segundo lugar, que plantea la abstención de carne y vino, no porque sean malos, todo lo contrario, porque son agradables a los sentidos es necesario controlar su consumo.

En tercer lugar, plantea, mediante la cita del salmo  126, versículos 5 – 6, la práctica ascética, es decir, ahora nos privamos con la finalidad de alcanzar luego un bien mayor.

 

2.4.        Basilio de Cesarea  (siglo IV)

Obispo, archimandrita y escritor; considerado uno de los Padres Capadocios, venerado por todas las iglesias ortodoxas, católicas, luteranas, anglicanas y metodistas; lo ubicamos entre los años 330 al 379; escribía sobre el ayuno haciendo referencia al texto evangélico de Mt. 6:16-18:

“Alegrad, pues, vuestros rostros (…) ayuna, y ayuna con alegría” (Basilio Magno, Homilía sobre el ayuno, 1).

Refiriéndose al mito de la caída, en Gn. 3 nos enseña a privarnos de aquellas cosas que, aunque no sean malas (como la fruta del Edén), nos alejan de Dios (ya que pesaba una prohibición); para, ejercitándonos en el autocontrol que nos permitirá, absteniéndonos de aquellas cosas que nos alejan de Dios, acercarnos a Él:

"Estamos desterrados del Paraíso por no haber querido ayunar. Ayunemos, para que se nos permita volver a él” (Basilio Magno, Homilía 1,  4).

Enseña la universalidad de la práctica del ayuno, el alcance a toda persona en cualquier lugar y condición; por lo tanto, un símbolo identitario del cristianismo:

"No hay tierra, sea isla o continente, no hay ciudad o nación hasta las extremidades más remotas del mundo, en donde el edicto general del ayuno no se haya hecho público: los soldados, los caminantes, los marineros, los mercaderes, todos le han oído y recibido con grande alegría. Nadie, pues, se excluya del número de los que ayunan, pues en él debe comprenderse toda suerte de condiciones y dignidades” (Basilio Magno, Orat. 2, sent. 12, Tric. T. 3, p. 192).

Pero esta práctica de abstenerse de alimentos debe de realizarse con moderación, voluntariamente pero responsablemente sin ocasionar perjuicios; es decir, no debiera afectar la salud o el resto de las actividades que uno normalmente realiza, obligándonos a cuidar de nuestros cuerpos:

"No volváis ni a la derecha ni a la izquierda; así como es peligroso pasar los límites de la templanza en el comer, también es fuera de razón abatir demasiado el cuerpo con abstinencias excesivas, inutilizándole para todo lo bueno por haberle enflaquecido demasiado. Estamos, pues, obligados a cuidar de nuestros cuerpos, no sólo por el amor natural, sino para podernos servir de ellos en los ejercicios de la filosofía cristiana. (Basilio Magno, de Vera Virg., sent. 26).

"No dice simplemente el Apóstol que no se ha de cuidar de su carne, sino que añade, para satisfacer a sus deseos. Se debe, pues, reprimir con los ejercicios de la continencia la propensión e inclinación de la carne a los deleites y los vicios: pero al mismo tiempo se ha de procurar conservarla con las fuerzas que se necesitan para adquirir las virtudes” (Basilio Magno, de Vera Virg., sent. 27).

Pero, tal vez, el siguiente texto, sea el más contundente. Abstenerse de alimentos nos ayuda a estar más agudos en nuestra reflexión, a estar más dispuestos a la oración, a estar más firmes en las prácticas espirituales, pero necesariamente debe ir acompañado del amor al prójimo, es decir, debe ir acompañado de un ayuno de pensamientos, sentimientos, deseos, acciones y omisiones que afecten a las personas.

 “El cuerpo que se embota a diario con demasiada comida, es como un buque cargado en exceso, y en peligro de hundirse al menor soplo de las olas […] Y si venimos al orden espiritual, el ayuno es quien da alas a la oración para que pueda subir al cielo; es la firmeza de la familia, la salud de la madre y el maestro de los hijos. Ten cuidado, no sea que, por despreciar ahora el agua, tengas después que mendigar una gota desde el infierno. ¿Quién es el que ha conseguido participar de la mesa eterna, repleta de dones espirituales, viviendo aquí en espléndida abundancia? Perdonad al prójimo y componed los pleitos, no sea que ayunéis de carne y devoréis a vuestros hermanos” (Basilio Magno, Ad Populum variis argumentis homiliae XIX).

 

2.5.        Gregorio de Niza (siglo IV)

Otro de los Padres Capadocios, hermano de Basilio de Cesarea, obispo de Nisa, teólogo, se lo ubica entre los años 330/335 – 394/400 fecha aproximada ya que se carece de información certera; escribió sobre la práctica del ayuno:

“¿De qué te sirve el ayuno y la abstinencia si después con tu maldad haces daño a tu hermano? ¿Qué ganas, ante Dios, por el hecho de no comer de lo tuyo, si después, actuando injustamente, arrancas de las manos del pobre lo que es suyo?” (Gregorio de Niza, De perfectione christiana: PG 46, 456 a)

El texto nos plantea dos enseñanzas:

-       Quien practica el ayuno no puede ocasionar daño a otra persona; y este daño causado puede ser muy amplio: físico, emocional, económico, moral, etc.

-       Quien practica el ayuno debe practicar la justicia social.

 

2.6.        Ambrosio de Milán (siglo IV)

Obispo, teólogo y orador, se lo puede ubicar entre los años 340 al 397, él escribió sobre el ayuno:

“En otros tiempos del año hay algunos ayunos por los cuales se merece premio si se observa: mas en Cuaresma peca el que deja de ayunar. Los otros ayunos son voluntarios; pero los de Cuaresma son de obligación: a los otros nos convidan; pero a estos nos obligan: y no tanto son precepto de la Iglesia, como del mismo Dios” (Ambrosio de Milán, Sermón 3, 148).

Aquí no presenta las dos modalidades de ayuno que se dan a lo largo del año litúrgico, el ayuno cuaresmal que es obligatorio, comunitario, toda la iglesia participa activamente de esta práctica y el ayuno voluntario que cada persona puede practicar a lo largo del año.

En el párrafo siguiente fundamenta los aspectos positivos del ayuno resaltando sus cualidades y las consecuencias en la vida espiritual:

"El ayuno es el alimento del alma y del espíritu, la vida de los Ángeles, la muerte del pecado, la extinción de las culpas, el remedio de la salud, la raíz de la gracia, el fundamento de la castidad; por la escala del ayuno había subido Elías antes de entrar en aquel carro de fuego que le arrebató al cielo” (Ambrosio de Milán, de Elía et jejun., c. 3, sent. 23, Tric. T. 4).

Otro párrafo muy importante pero puede causar equivocaciones llevándonos a cometer errores en nuestra práctica, por eso es importante comprender muy bien el texto:

"Castigo mi cuerpo, y le reduzco a servidumbre. Castigar el cuerpo, es mortificarle con el ayuno, y no concederle sino lo necesario para vivir, de modo, que no llegue a darle placer; y entonces se le reduce a servidumbre, cuando no se le permite seguir su voluntad antes bien se le obliga a hacer la del espíritu” (Ambrosio de Milán, c. 7, sen 98, Trie. T. 4).

El vocablo “castigo” tiene varias acepciones que nos pueden ayudar a comprender mejor la enseñanza de Ambrosio de Milán; es la pena que se impone a la persona que cometió una falta, recordemos el relato de la caída de Gn 3 donde Dios impone una pena a la humanidad desobediente, en este contexto, puede tomarse como una penitencia, un acto reparador, un correctivo, una actitud de enmendar; otra forma de entender el vocablo, es: corrección, amonestación, enseñanza.

Este último concepto, “enseñanza” nos sitúa en el contexto de la ascesis en cuanto entrenamiento, preparación, ejercicio, enseñanza para alcanzar un objetivo deseado.

El vocablo “mortificación” también tiene que ser comprendido desde la perspectiva cristiana, para no caer en acciones que podrían considerarse masoquistas.

Desde la perspectiva cristiana podemos entenderlo como dominar las pasiones, controlar la voluntad y no necesariamente como se ha utilizando en ciertos contextos, por ejemplo con el uso del cilicio o el flagelo, dañando partes del cuerpo.

Ambrosio señala algo fundamental y es el sano equilibrio, la sobriedad, afirma “no concederle sino lo necesario para vivir” y esta enseñanza, a la hora de practicar la abstinencia o el ayuno es clave interpretativa: no puede faltar aquello que garantiza la vida, por lo tanto no tenemos el derecho de afectar la salud con prácticas abusivas de ayuno. Anteriormente, Basilio de Cesarea también nos urgía a la moderación, y esta tiene que ser una regla inviolable de lo contrario podríamos incurrir en una especie de “mortificación narcisista” donde ponemos en acto el orgullo, la soberbia y la vanagloria.

El objetivo del ayuno, entonces, nos enseña Ambrosio de Milán, es dominar el placer, controlar el placer. Pero en el párrafo siguiente nos señala algunos aspectos que no pueden estar separados de la práctica del ayuno, ellos son:

-       La solidaridad

-       El cumplimiento de los mandamientos

-       La compunción

-       El reconocimiento de nuestras limitaciones:

"Para ayunar de modo que agradéis a Dios, es preciso ser benignos con vuestros criados, cariñosos con los extraños, caritativos con los pobres, levantaros temprano para ir a la Iglesia, dar gracias a Dios y pedirle perdón de vuestras culpas, implorar su misericordia por los pecados pasados, y su protección para evitarlos en adelante” (Ambrosio de Milán, Serm. 33, sent. 147, Tric. T. 4).

 

2.7.        Jerónimo de Estridón (siglo IV)

Monje, teólogo, biblista. Fue quien tradujo la biblia del griego y hebreo al latín la versión que conocemos como “la Vulgata”, podemos ubicarlo entre los años 340 al 420; él escribió sobre el ayuno:

“Cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu cara…” “Aquí se habla de la costumbre que existía en Palestina de ungirse la cabeza los días de fiesta, y mandó el Señor que cuando ayunemos nos manifestemos contentos y alegres” (Jerónimo, en Catena Aurea, val 1).

Una primer enseñanza de Jerónimo, que ya se viene repitiendo en varios Padres de la Iglesia, tanto de oriente como de occidente, y que es una recomendación del mismo Señor: estar alegres; está bien que se sepa que los cristianos ayunamos los miércoles y los viernes desde el primer siglo, recuerdan que encontramos este mandato en la Didajé, pero, que no se note, que no llamemos la atención, que no demos lástima, que no busquemos ser admirados; practiquemos el ayuno con alegría pues es algo que nosotros elegimos, el ayuno es voluntario, la forma o modalidad también y, como me gusta decir: “elegir es renunciar”, si elegimos el ayuno renunciamos a la comida, pero fue nuestra decisión, así lo quisimos, así lo elegimos, nadie nos lo impuso, por eso, no hay motivo para estar tristes, por el contrario, estamos alegres porque estamos haciendo lo que elegimos.

"Cuando se ayuna todos los días, se ha de evitar tomar el alimento con exceso al fin del ayuno: porque es cosa inútil pasar dos o tres días sin comer, si se ha de desquitar con la gula de una sola comida largo tiempo que se había dado al ayuno” (Jerónimo, Ad Eustoch ep. 22, sent. 18, Tric. T. 5).

Una segunda enseñanza que recogemos de Jerónimo, guardar los días de ayuno y ser sobrios en las comidas los días que no corresponde ayunar; ya los Padres del desierto nos advertían en los apotegmas que de nada vale ayunar si luego, cuando rompemos el ayuno comemos más de lo que corresponde a esa comida, o comemos hasta la saciedad. La enseñanza es sobriedad, equilibrio, moderación, parquedad, frugalidad.

"¿Qué haré yo para que Dios reciba agradablemente mi ayuno. Parte tu pan para dar al pobre. No os obliga la escritura a distribuir muchos panes, para que no os excuséis con la pobreza. Habla de un solo pan, y aún no os pide que le deis entero, sino que deis al pobre tanto como hubierais comido, si no hubierais ayunado: para que vuestro ayuno no sirva al ahorro, sino al alimento del alma” (Jerónimo, lib. 6, in Isai., c. 58, sent. 60, Tric. T. 5).

Una tercera enseñanza en los escritos de Jerónimo: la solidaridad. La práctica del ayuno no es un ejercicio de mortificación. La práctica del ayuno no es un ejercicio para ahorrar o acumular o guardar. La práctica del ayuno es esencialmente un ejercicio de solidaridad. No dar de lo que sobra sino de lo que tenemos, privarnos para donarlo con generosidad, con solidaridad, con empatía. Sin este acto de compartir, el ayuno se torna un acto de perversión, de masoquismo, de amor al dolor o la privación. No importa que llevemos vida monástica, no importa que estemos en reclusión, si no se comparte con quien necesita, el ayuno se torna una práctica no cristiana o lo que es peor, anti cristiana.

"En los días de ayuno debemos a ejemplo de Daniel abstenernos de manjares delicados, y no comer carne, ni beber vino” (Jerónimo, in cap. 20, sent. 79, Tric. T. 5)

Una cuarta enseñanza de Jerónimo, tal vez, el ayuno no pasa por abstenernos de comer o de beber, sino de comer aquello que nos gusta; para unos podrá ser el dulce de leche, para otros podrá ser el chocolate, para otros la pizza; incluso si aplicamos el concepto de ayuno sustituto, el ayuno podría ser privarnos de internet, o de fumar, o de salir a pasear …

 

2.8.        Juan Crisóstomo (siglo IV)

Eremita y Presbítero. Patriarca de Constantinopla, considerado por la Iglesia de occidente como uno de los cuatro grandes Padres de la iglesia y por la Iglesia de oriente como uno de los tres Padres capadocios, pilares de la ortodoxia. Teólogo y predicador; se caracterizó por sus discursos públicos, por las denuncias de abusos de los poderes imperiales y de prácticas no acordes al estado que el clero había profesado. Mereció el calificativo de “crisóstomo” que significa “boca de oro”; lo podemos situar entre los años 347 al 407. Algunos de sus enseñanzas sobre el ayuno son los siguientes:

"Si no tenéis la salud suficiente para ayunar, a lo menos os podéis abstener de las delicias; y esta especie de abstinencia, apenas en nada es inferior a la del ayuno” (Juan Crisóstomo, Homil. 58, cap. 17 in Matth., sent. 64, Tric. T. 6)

Quien por razones de salud no pueda practicar el ayuno, por ejemplo una persona diabética que debe realizar ingestas cada tres horas aproximadamente, que no se obligue a la práctica del ayuno pues deteriora más su salud; pero, sin embargo, puede abstenerse de comidas ricas, gustosas al paladar, por ejemplo: dulces para diabéticos, caramelos o bombones para diabéticos; es decir, que todas las personas podemos practicar, en la medida de nuestras posibilidades de salud, la regla del ayuno.

Juan Crisóstomo señala tres aspectos fundamentales para la práctica del ayuno:

a)    El ayuno unido a la oración:

“Todos los que han querido rogar por alguna necesidad, han unido siempre el ayuno a la oración, porque el ayuno es el soporte de la oración” (Juan Crisóstomo, en Catena Aurea, val. I).

b)    El ayuno unido a una actitud de vida sobria y cristiana:

"No os contentéis con que ayune la boca: ayunen también los ojos, los oídos, los pies, las manos y todo vuestro cuerpo” (Juan Crisóstomo, Homil. 3, sent. 8, Tric. T. 6)

c)    El ayuno unido a la solidaridad:

“Ningún acto de Virtud puede ser grande si de él no se sigue también provecho para los otros… Así pues, por más que te pases el día en ayunas, por más que duermas sobre el duro suelo, y comas ceniza, y suspires continuamente, si no haces Bien a otros, no haces nada grande” (Juan Crisóstomo, máxima tomada de internet).

 

2.9.        Agustín de Hipona (siglo IV – V)

Monje, Obispo de Hipona. Defensor de la fe frente a maniqueos, donatistas y pelagianos. Escritor y teólogo; podemos ubicarlo entre los años 354 – 430. A continuación dos enseñanzas sobre el ayuno:

“El ayuno purifica el alma, eleva el espíritu, sujeta la carne al espíritu, da al corazón contrición y humildad, disipa las tinieblas de la concupiscencia, aplaca los ardores del placer y enciende la luz de la castidad” (Agustín de Hipona, Sermón 73).

Agustín enumera los beneficios del ayuno para la vida espiritual en cuanto medio de purificación, gesto de compunción, signo de humildad, agudeza en el discernimiento, ejercicio de autocontrol.

“El ayuno como ofrenda a Dios es propio de los hombres y no de los ángeles. Esta práctica, esta virtud del alma, esta pérdida de la carne y ganancia del espíritu los ángeles no se la pueden ofrecer a Dios. En efecto, allí en el cielo todo es abundancia y seguridad sempiterna; y por eso no hay defecto alguno, porque todo el amor es hacia Dios. Allí Dios es el pan de los ángeles, y Dios se hace hombre para que el hombre coma el pan de los ángeles. Tanto aquí como allí hay alimento, pero el alimento de aquí, cuando nutre, se acaba, y llena el vientre de modo que él se disminuye; en cambio, el alimento de allí, a la vez que llena, permanece igualmente entero. De este alimento Cristo nos ha indicado que tengamos hambre, cuando dice: Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Agustín de Hipona, La utilidad del ayuno: El ayuno como ofrenda a Dios Exordio).

Agustín nos recuerda que la práctica del ayuno es una ofrenda a Dios; la abstención temporal de un alimento limitado que nos recuerda la realidad del Reino, donde la justicia es abundante, permanente e ilimitada.

Tengamos en cuenta, que en la Biblia, el concepto de justicia es diametralmente opuesto al nuestro. Nosotros solemos representar la justicia con una balanza o una persona con los ojos vendados, que simbolizan, ambas imágenes, la igualdad. Pero, en la perspectiva bíblica la justicia no es igualdad sino equidad. No se les exige a todas las personas lo mismo. Les sugiero leer estos tres grupos de lecturas:

Grupo A

Grupo B

Grupo C

-           Dt. 14:28-29

-           Dt. 15:11

-           Dt. 15:12-15

-           Dt. 24:17-18

-           Esther 9:20-22

-           Ex. 23:10-11

-           Ex. 21:1-11

-           Dt. 15:1-11

-           Lv. 25:1-55

-           Lc. 12:33

-           Hch. 4:32

 

 

Es en este marco que Agustín de Hipona nos propone la práctica del ayuno.

 

2.10.     Pedro Crisólogo (siglo (IV – V)

Arzobispo de Ravera. Mereció el apelativo de “crisólogo” por su elocuencia en los sermones y las cartas; su fecha de nacimiento es impresisa, podemos situarlo entre los años 380 ó 406 y su muerte en 450. Tres escritos sobre el ayuno marcan claramente el vínculo indisoluble entre la abstinencia de alimentos y las obras de misericordia, es decir, la solidaridad:

“Tres cosas hay, hermanos, por las que se mantiene la fe, se conserva firme la devoción, persevera la virtud. Estas tres cosas son la oración, el ayuno y la misericordia. Lo que pide la oración, lo alcanza el ayuno y lo recibe la misericordia. Oración, misericordia y ayuno: tres cosas que son una sola, que se vivifican una a otra” (Pedro Crisólogo, Sermón 43).

“El ayuno no da fruto si no es regado por la misericordia, se seca sin este riego; lo que es la lluvia para la tierra, esto es la misericordia para el ayuno” (Pedro Crisólogo, Sermón, 43).

“Hermanos míos, hoy empezamos el gran viaje de la Cuaresma. Por lo tanto llevemos en nuestro barco todas nuestras provisiones de comida y bebida, colocando sobre el casco misericordia abundante que necesitaremos. Porque nuestro ayuno tiene hambre, nuestro ayuno tiene sed, sino se nutre de bondad, sino se sacia de misericordia. Nuestro ayuno tiene frío, nuestro ayuno falla, si la cabellera de la limosna no lo cubre, si el vestido de la compasión no lo envuelve” (Pedro Crisólogo, Sermón 8; CCL 24, 59; PL 52, 208 )

 

2.11.     León Magno (siglo IV – V)

Obispo de Roma, escritor y teólogo. Uno de los teólogos que aportó al cuarto Concilio Ecuménico en Calcedonia (8 de octubre al 1 de noviembre del año 451) donde se discutió, entre otros temas cristológicos, la unión hipostática; podemos situarlo entre los años 390 al 461; y escribió algunas enseñanzas que citamos a cerca del ayuno, poniendo especial énfasis en el cambio de actitud, es decir, la renuncia a los vicios como la gula, la soberbia, la ira, las murmuraciones, la altivez, la desunión, la injusticia:

“Ha de consistir mucho más en la privación de nuestros vicios que en la de los alimentos” (León Magno, Sermón 6 sobre la Cuaresma, 1).

"La perfección de nuestro ayuno no consiste en sola la abstinencia del alimento, ni se priva al cuerpo de la comida con fruto, si el alma no se retira de la iniquidad, y la lengua no se refrena en las murmuraciones. Debemos, pues, moderar la libertad de comer, de tal modo que sujetemos a la misma ley los otros deseos. Este tiempo, en que, purificados de las manchas de todos los vicios, debemos aspirar a la perpetuidad de las virtudes, es tiempo de mansedumbre, paciencia, paz y tranquilidad: es tiempo de perdonar las ofensas, de despreciar las injurias, y de olvidarnos de los agravios recibidos” (León Magno, Sermón 42, sent. 37, Tric. T. 8).

“Es preciso realizar el ayuno, no privándose solamente de los alimentos, sino procurando evitar el pecado y los vicios. Dado que no nos mortificamos sino para extinguir en nosotros la concupiscencia. Y el resultado de la mortificación debe ser el abandono de las acciones deshonestas y de las voluntades injustas. Esta manera de entender las exigencias de la fe no excusa a los que están enfermos de practicarlas, pues en un cuerpo lánguido puede encontrarse un alma sana” (León Magno, in sermone 6 de Quadragesima, 2).

Y realza algunas actitudes muy significativas como no devolver mal por mal, perdonar sinceramente y practicar la solidaridad:

"Los que habéis de celebrar la Pascua del Señor, ejercitaos de tal modo en santos ayunos, que concurráis a tan sagradas fiestas, libres del tumulto de las pasiones. Arroje el amor a la humildad al espíritu de soberbia, raíz de todos los pecados, y abátase con la mansedumbre la altivez: y los corazones, exasperados con alguna ofensa, procuren, reconciliándose entre sí, volver a la unión y la concordia. No volviendo a ninguno mal por mal, perdonándoos unos a otros, así como Jesucristo nos perdonó” (León Magno, Sermón 44, sent. 39, Trie. T. 8).

"Los ayunos vencen las concupiscencias, rechazan las tentaciones, abaten la soberbia, mitigan la ira, y alimentan hasta su madurez todos los afectos virtuosos de la buena voluntad; esto se entiende cuando los acompaña la benevolencia de la caridad y el prudente ejercicio de las obras de misericordia” (León Magno, Sermón 15, c. 2, sent. 10, Tric. T. 8).

"No basta extenuar el cuerpo con la abstinencia, si no adquiere el alma nuevas fuerzas. Cuando se procura afligir al hombre exterior, es preciso confortar el interior. Cuando negamos a la carne el alimento corporal, se debe alimentar el alma con delicias espirituales” (León Magno, Sermón 39, c. 5, sent. 32, Tric. T. 8).

 

2.12.     Cesáreo de Arlés (siglo V – VI)

Arzobispo de Arlés. Sus escritos se caracterizan por tener un perfil catequético más que especulativo. Escribe una regla para monjes donde pone especial énfasis en la estabilidad y la pobreza; también escribe una regla para vírgenes (monjas) y tal vez la mayor característica es que daba plena autonomía a las monjas en la gestión del monasterio y la elección de la abadesa sin injerencia del obispo. Podemos ubicarlo entre los años 470 al 542; entre sus muchos sermones escribe sobre el ayuno:

"Hemos de ayunar de tal modo, que en vez de reservamos el precio de lo que en otro tiempo costaría la comida, se lo demos a los pobres” (Cesáreo de Arlés, Serm. 46, sent. 9, Tric. T. 9)

Nuevamente se repite la enseñanza de dar a los pobres el dinero ahorrado con la abstención de la comida el día establecido para el ayuno. Si la solidaridad no está unida a la práctica del ayuno, éste por sí mismo, carece de valor.

 

2.13.     Gregorio Magno (siglo V – VI)

Fue el primer monje en llegar a ser Obispo de Roma (590 al 604). Considerado uno de los cuatro Padres más importantes de la Iglesia latina. Entre sus muchas obras destacan: un manual de moral y predicación para los Obispos, contribuyó al desarrollo del canto gregoriano, recopiló las obras litúrgicas cristianas antiguas: antífonas, salmos e himnos; escribió el Libro de los Diálogos donde narra la vida de los santos italianos del siglo IV entre los que destaca San Benito de Nursia; entre sus muchas cartas y sermones señalo dos párrafos sobre el ayuno donde se vuelve a reiterar el principio de la solidaridad:

"Santificar el ayuno es manifestar con otras buenas obras que nuestra abstinencia es digna de Dios. Se debe advertir a los que se abstienen, que ofrecen a Dios una abstinencia agradable si dan a los pobres los alimentos de que ellos mismos se privan” (Gregorio Magno, sent. XIV, adic. Tric. T. 9).

“Dios aprueba aquel ayuno que hace quien da limosna a los demás. Todo esto de lo cual te privas a ti mismo, lo entregas a otros, para que por lo mismo por lo que tu carne es afligida, se fortifique la carne de tu prójimo pobre” (Gregorio Magno, Homiliae in Evangelia, 16,6).

 

3.    Algunas conclusiones sobre el capítulo del ayuno en la patrística.

Recapitulando sobre las enseñanzas sobre el ayuno en los Padres de la Iglesia:

 

-       Se estable el ayuno ritual dos veces a la semana: miércoles y viernes como un signo de identidad y pertenencia.

 

-       Es una práctica ascética que tiene por finalidad ejercitarse en el autocontrol y autodominio de los pensamientos, los sentimientos y las acciones.

 

-       Debe de ser practicado con alegría, de forma voluntaria, con moderación, equilibrio, sobriedad, ingiriendo lo necesario para vivir.

 

-       La práctica del ayuno tiene un efecto purificador, sanador y liberador; contribuye a la agudeza en el discernimiento, al dominio de las pasiones y al control de la voluntad.

 

-       Siempre está asociado a la oración y a la solidaridad.

 

-       Un elemento fundamental e inseparable para no desvirtuar la práctica del ayuno es la solidaridad; sin ella no es ayuno cristiano.

 

 Continúa ....

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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