Comentarios a la Filocalía 4
Sobre el deseo del ser, el tener, el hacer y el poder
1. Considera cómo la posesión de los bienes y el uso de riquezas son solamente una ilusión efímera y reconoce que la vida virtuosa y grata a Dios es algo mejor que la riqueza. Si haces de este pensamiento una meditación convencida y lo guardas en tu memoria, no gritarás ni gemirás de dolor, no culparás a nadie, sino que por todo darás gracias a Dios, viendo que los que son peores que tú, confían en la elocuencia y en las riquezas. Porque la concupiscencia, la gloria y la ignorancia son las peores pasiones del alma
La concupiscencia es, según la filosofía griega, la potencia del deseo. Lo concupiscible fue puesto en el ser humano como un potencia que lo hacía tender a Dios, desear a Dios; pero, a consecuencia del pecado, el ser humano tiende hacia las cosas creadas buscando poseerlas; ejemplo de ello son: el deseo por la comida, el deseo por el sexo, el deseo por los bienes materiales.
Afirma el Señor en el Evangelio: “dónde esté tu tesoro estará tu corazón” (Mt. 6:21) y “busquen el Reino y su justicia·” (Mt. 6:33); y en otro lugar enseña a vivir con confianza en la providencia de Dios (Mt. 6:25-34).
El autor plantea una apertura a las posibilidades que ofrece Dios a través de la vida cotidiana, sin obsesionarse con el tener, el hacer o el poder. Las preocupaciones por el tener conducen al orgullo, las preocupaciones por el hacer conducen a la vanagloria y las preocupaciones por el poder conducen a la soberbia.
Al morir nadie se lleva nada. Sin nada se viene a esta vida y sin nada se la deja; entonces ¿por qué no disfrutar del aquí y el ahora? ¿por qué no agradecer lo que tenemos viviendo preocupados por poseer más? ¿por qué no agradecer lo que hacemos viviendo insatisfechos por querer hacer más? ¿por qué no prescindir de aquellas cosas que distraen de lo realmente esencial, cosas que, según el autor, son ilusiones efímeras?
Violeta Parra, una de las grandes folcloristas latinoamericanas, cantaba “Gracias a la vida que me ha dado tanto”. Saber agradecer aquellas cosas que proporciona la vida (Ecl. 2:24) es un elemento fundamental, según el autor, para llevar un vida virtuosa y agradable a Dios, aún en la adversidad; agradecer lo que se es, lo que se tiene, lo que se hace.
La vida transcurre sin que tomemos consciencia de infinidad de cosas que hemos naturalizado de tal manera que olvidamos ser agradecidos por disfrutarlas: la vista, el tacto, el olfato, por ejemplo, que nos permiten gozar de los colores, las texturas y los olores de las plantas y sus flores; el oído, por ejemplo, que nos permite disfrutar del canto de las aves, del silbido del viento entre los árboles; muchas personas no pueden disfrutar de sus sentidos porque carecen parcial o totalmente de alguno. Y eso sólo a manera de ejemplo.
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