HESICASMO: Propuesta básica para principiantes sobre la Oración de Jesús (parte 1)
“Hijos míos, es fácil para cualquiera en el mundo venir aquí, tomar el hábito y hacerse monje. Pero esta no es la verdadera vida monástica. Para que alguien sea un verdadero monje, debe abandonar el mundo para buscar un maestro experimentado, que pueda discernir la verdad del engaño. Entonces, debe prometer obediencia y permanecer incondicionalmente fiel, viviendo la Oración Mental. Si él no se limpia a sí mismo de todas las pasiones y no adquiere el trabajo continuo de la Oración Mental, no puede llamarse a sí mismo un monje. Si no aprende cómo orar incesantemente, o al menos acercarse a ese nivel, no puede ser considerado un verdadero monje. Solo se ha vuelto monje exteriormente, pero no en el interior” (Venerable anciano P. José el hesciasta)
Presentación
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
En este segundo “apunte” sobre hesicasmo, les comparto una guía básica para personas que quieren iniciarse en la práctica de la Oración de Jesús o principiantes que ya han dado el primer paso para lograrlo.
En el “apunte” anterior les brindaba algunas respuestas a las preguntas que me hicieron llegar sobre ¿qué es hesicasmo? ¿en qué consiste? ¿cuáles son sus fundamentos? ¿hay un método para alcanzar el hesicasmo? ¿es posible llevar una vida hesicasta en la actualidad? ¿hay que ser monje para vivir el hesicasmo? O dicho de otra forma ¿quién puede ser hesicasta?
En estas páginas, podrán encontrar algunas respuestas muy sencillas y prácticas al interrogante de ¿cómo se practica la Oración de Jesús u Oración del Corazón?
Como en el “apunte” anterior, sugiero a personas iniciadas, que quieran profundizar y formarse en la práctica hesicasta recurrir a la Filocalía..
Sin más preámbulos comienzo encomendándonos a la Santa Madre de Dios, Nuestra Señora de toda protección para que nos acompañe por este camino.
P. Julio
Eremitorio Emaús
Navidad, 2022.
Introducción
En la entrega anterior compartíamos el mandato apostólico de orar de forma ininterrumpida que daba San Pablo a la iglesia de Tesalónica, hacia el año 51:
“Oren sin cesar” (1Tes. 5:17)
También compartimos el interrogante de si es posible orar constantemente. La respuesta fue contundente. En los fundamentos bíblicos constatamos las enseñanzas de Jesús (Lc. 18:1-8) y reiteradas enseñanzas del apóstol Pablo al respecto (1 Tes. 1:2; 2:13; 2 Tes. 1:11; Ef. 6:18; Col. 1:3; 4:2; 1 Ti, 5:5; 2 Tim. 1:3-4). Igualmente, constatamos el poder que tenía el Nombre de Jesús en la iglesia primitiva (Jn. 16:23; Hch. 3:7; 4,2).
Luego compartimos las enseñanzas de los Padres del desierto, Nesteros, Epifanio, Pambo, Sisoes, Macario, Lucio, Evagrio, Barsanufio y Juan. Igualmente de otros grandes monjes como Agustín de Hipona, diadoco de Fotice, Dositeo, Juan Clímaco, Hesiquio de Batos, Simeón el Nuevo Teólogo, Gregorio Palamas, Nicodemo el Hagiorita, Nilo de Sora, entre otros.
Finalmente hicimos referencia al venerable y santo anciano P. José el hesicasta (1897 – 1959), sin lugar a dudas uno de los padres espirituales en materia de hesicasmo en el siglo XX.
En esta entrega, profundizaremos en sus enseñanzas a manera de una guía práctica para quienes se inician en la Oración de Jesús.
En la primera parte, titulada “Sobre la praxis” presento varias enseñanzas del venerable y santo anciano P. José el hesicasta, encaminadas a consolidar la práctica de la meditación, donde abordamos: la figura del padre espiritual en contraposición al director espiritual, el combate espiritual y los frutos que se pueden alcanzar, la compunción en contraposición a la culpa, las técnicas como herramientas para la meditación y no como un fin en sí mismas, algunos obstáculos que se presentan a las personas principiantes durante la meditación, el tiempo privilegiado para dedicarnos a ella
En la segunda parte, titulada “Sobre las etapas de la práctica hesicasta” presento los tres estados, según las enseñanzas del venerable y santo anciano P. José el Hesicasta: la purificación, la iluminación y la transfiguración.
Finalmente, comparto algunas afirmaciones a manera de conclusión con la expectativa de aportar a principiantes en la práctica de la Oración de Jesús.
Sobre la praxis
1. La figura del padre espiritual:
“La oración interior es para mí como el arte de cada uno, y yo la vengo ejercitando desde hace más de treinta y seis años. Cuando llegué a la Santa Montaña, sin demora busqué ermitaños que se aplicaran a la oración del corazón. En este tiempo, estos eran numerosos –hace cuarenta años- y estaban llenos de vida. Hombres de virtudes. Padres espirituales experimentados. Nosotros escogimos uno de entre ellos pero hubiéramos querido tener a todos como nuestra guía” (P. José).
El padre espiritual es una persona experimentada en la vida espiritual, capaz de discernir y acompañar a su discípulo o discípula en ese proceso, porque ha transitado el camino hesciasta, practicando el combate espiritual y alcanzado algunos frutos del Espíritu Santo en su vida. Es un sabio, no necesariamente instruido o docto, con probada trayectoria académica. Muestra de ello, son las vidas y enseñanzas de los Padres y Madres del desierto que se nos ofrece en los “apotegmas”. Muy pocos eran doctos, baste mencionar a dos padres, Arsenio y Evagrio. La inmensa mayoría eran ancianos indoctos e iletrados, pero con una profunda experiencia de vida espiritual, que les mereció el apelativo de “abba”. Esta inmensa mayoría de monjes incultos pero grandes maestros espirituales, tampoco eran ministros ordenados: diáconos, presbíteros u obispos; de hecho, unían cada vez que existía la remota posibilidad de ser ordenados y muchos obispos, según nos informan los apotegmas, les consultaban. El director espiritual es otra cosa.
El director espiritual en la gran mayoría de las veces, es un ministro ordenado; una persona que ha transitado un proceso de formación eclesiástica y que no necesariamente cuenta con una vida espiritual experimentada sino con una experiencia letrada, un saber académico.
No pretendo hacer una apología sobre el tema ni enfrentar el padre espiritual al director espiritual; simplemente expongo ambos perfiles, porque cuando en el hesicasmo se habla del padre espiritual, siempre y en todos los casos se hace referencia a los primeros.
Nótese que el venerable anciano San José el hesicasta establece dos características:
- Hombres de virtudes
- Padres espirituales probados.
2. El combate espiritual y sus frutos.
“En cuanto a lo que la oración es, su actividad (praxis) consiste en hacerse continuamente violencia para repetirla incansablemente con la boca. Rápidamente, al comienzo, para no dar tiempo al espíritu (noûs) a que forme alguna idea de grandeza. Procura solamente aplicar tu atención a las palabras: “Señor Jesucristo, ten piedad de mí”. Después de un tiempo suficientemente largo en esta actividad, el espíritu terminará acostumbrándose y la recitará [sin esfuerzo]. Encontrará placer en practicarla ya que le gustará como la miel. Y buscará practicarla continuamente. Si la abandona, sentirá dolor” (P. José).
Mantener la atención constante en la Oración de Jesús, cualquiera sea la fórmula que utilicemos, es una forma de hacerse violencia. El intelecto necesita concentrarse y desplazar todo recuerdo, pensamiento, preocupación, ocurrencia, para únicamente poder pensar en la jaculatoria del Santo Nombre. También el corazón necesita concentrarse, desplazar todo deseo que no sea estar en la presencia del Señor Jesús Cristo, erradicar todo sentimiento que no sea el amor incondicional a Quien nos amó primero (1 Jn. 4:19); para únicamente poder desear y sentir el contenido de la Oración.
El intelecto recordando y pensando las palabras de la oración, el corazón sintiendo y deseando el contenido de la oración, ambos, intelecto y corazón en sintonía con las palabras pronunciadas por nuestra boca, tiene como fruto la unificación de la persona. Ya no está dispersa, ni fraccionada, ni dividida; todo el ser está unificado.
Este logro es producto de un proceso de combate o lucha espiritual. Supone identificar y clasificar recuerdos y pensamientos, deseos y sentimientos. Supone controlar la actividad del intelecto y del corazón. Supone elegir unos sobre otros; elegir aquellos que nos acercan a Dios y renunciar a aquellos que nos alejan de Dios, porque elegir es renunciar.
Para desarrollar el hábito de la oración constante es necesario repetirla rápidamente, acostumbrarse a ella y para ello es necesario ejercitarse en su práctica.
La rapidez en la repetición, a los comienzos de la práctica, está asociada a evitar las ilusiones, la creación de imágenes que únicamente distraen y conducen a errores.
“Procura luego mantener tu espíritu lejos de fantasías. Ya que lo divino es sin forma, sin figuras y sin color. Es más que perfecto. Rechaza toda forma de silogismo. Obra y actúa como una brisa suave sobre nuestro espíritu” (P. José).
Todo el esfuerzo realizado tendrá sus frutos. Por un lado, se habrá adquirido el hábito de la oración continua, siendo este un efecto natural; por otro lado, se experimentará placer, el gozo surgirá en la persona que recita la oración, siendo este un efecto de la gracia. Entonces, la necesidad de la oración para mantenerse en la presencia de Dios, para alcanzar la comunión con Dios será una realidad
“Si, tú puedes, aplícate a la oración en voz alta e incesantemente. Tú te habituarás a ella en dos o tres meses. La gracia te cubrirá y te restaurará. Y cuando tu espíritu reciba la oración, ya no la dirás más por la boca. Tú tendrás entonces descanso. Y después, de nuevo, cuando el espíritu la abandone, que la lengua la retome. La violencia hacia uno mismo debe estar en el esfuerzo vocal de decir la oración hasta que el hábito de repetirla se instale en nosotros. Después, tu espíritu pronunciará la oración sin esfuerzo a lo largo de toda tu vida” (P. José).
El combate espiritual tiene como resultado el habituarse a la Oración de Jesús. La gracia que atrae la Oración de Jesús es restauradora. Nos remite a la parábola de Lc. 15:11-32:
«Cierto hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos le dijo al padre: “Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde”. Y él les repartió sus bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntándolo todo, partió a un país lejano, y allí malgastó su hacienda viviendo perdidamente.
»Cuando lo había gastado todo, vino una gran hambre en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces fue y se acercó a uno de los ciudadanos de aquel país, y él lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Y deseaba llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada. Entonces, volviendo en sí, dijo: “¡Cuántos de los trabajadores de mi padre tienen pan de sobra, pero yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: ‘Padre, he pecado contra el cielo y ante ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo; hazme como uno de tus trabajadores’”».
«Levantándose, fue a su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión por él, y corrió, se echó sobre su cuello y lo besó. Y el hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y ante ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo”. Pero el padre dijo a sus siervos: “Pronto; traigan la mejor ropa y vístanlo; pónganle un anillo en su mano y sandalias en los pies. Traigan el becerro engordado, mátenlo, y comamos y regocijémonos; porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado”. Y comenzaron a regocijarse.
»Su hijo mayor estaba en el campo, y cuando vino y se acercó a la casa, oyó música y danzas. Llamando a uno de los criados, le preguntó qué era todo aquello. Y él le dijo: “Tu hermano ha venido, y tu padre ha matado el becerro engordado, porque lo ha recibido sano y salvo”.
»Entonces él se enojó y no quería entrar. Salió su padre y le rogaba que entrara. Pero él le dijo al padre: “Mira, por tantos años te he servido y nunca he desobedecido ninguna orden tuya, y sin embargo, nunca me has dado un cabrito para regocijarme con mis amigos; pero cuando vino este hijo tuyo, que ha consumido tus bienes con rameras, mataste para él el becerro engordado”. Y su padre le dijo: “Hijo mío, tú siempre has estado conmigo, y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este, tu hermano, estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado”» (Versión: Nueva Biblia de las Américas).
Nótese como Jesús resalta la figura y el protagonismo del padre bueno. De lejos ve al hijo menor y toma la iniciativa de restaurar la relación, no espera que el hijo se acerque, corre hacia él, lo abrazó y lo besó; no lo dejó terminar la frase cuando restaura la condición de hijo cambiando las vestimentas y poniendo sandalias, pues los esclavos andaban descalzos pero los hombres libres usaban calzado; y como no fuera suficiente, le confiere la condición de señor, restaura el señorío del hijo sobre las posesiones del padre, colocando un anillo, símbolo justamente del señorío.
Pero también, el padre toma la iniciativa de restaurar el vínculo entre los hermanos; el hijo mayor no quiere acercarse y participar de la fiesta porque estaba enemistado con su hermano a raíz de sus acciones pasadas; no obstante, el padre sale de la fiesta, abandona el lugar de la alegría y el gozo, para acercarse a su hijo mayor, igual que lo hizo con su hijo menor, produciéndose ese diálogo insistente para que el hijo mayor no se auto excluya de la fiesta sino que se integre.
La gracia de Dios es restauradora, en primer lugar, de la condición humana por eso el cambio de vestimentas, que también nos remite a las enseñanzas del apóstol Pablo sobre el hombre viejo y el hombre nuevo; en segundo lugar, de la relación con Dios, por eso el motivo de fiesta que simboliza la alegría y el gozo por este hijo que habiéndose perdido fue encontrado; en tercer lugar, de las relaciones fraternas, por eso la importancia que tiene para el padre bueno que ambos hijos, el menor y el mayor participen de la fiesta.
“Llamo actividad a la sensación de alegría y de gozo que tú sentirás en tu interior durante la oración. Cuando pues el espíritu entre “en posesión” de la oración, experimentarás una emoción de alegría, y la dirás continuamente sin esfuerzo de tu parte. Se da a este estado el nombre de sensación –actividad [energía]- porque la gracia obra sin el concurso de la voluntad del hombre. Quien ha experimentado este estado, camine, duerma, se despierte, en su interior tiene la oración incesante. Él está lleno de paz y de alegría” (P. José).
Nótese que el venerable anciano San José el hesicasta establece dos características:
- Vigilar nuestro intelecto y nuestro corazón (combate espiritual, hacerse violencia).
- Desarrollar el hábito de la oración.
- Disponerse a recibir la gracia que restaura la condición humana, la relación filiar con Dios y la relación fraterna con la humanidad.
3. Sobre la compunción
“En cuanto a la compunción, ella viene cuando meditas sobre las cosas que han entristecido a Dios. Cuando meditas sobre Aquel que es tan bueno, dulce, misericordioso; sobre Aquel que es el bien y la plenitud del amor, y que ha sido crucificado y ha soportado todos los sufrimientos. Si meditas sobre todas estas cosas y sobre muchas otras, tu corazón se llenará de compunción” (P. José).
El sentimiento de compunción que surge durante la práctica de la Oración de Jesús está íntimamente ligado a lo dicho anteriormente, la experiencia de restauración, la parábola del padre bueno capaz de acoger a todos sus hijos, buenos y malos, justos e injustos.
La compunción es el sentimiento de saberse perdonado no de saberse condenado. La condena produce miedo, culpa, desesperación. El perdón produce la dolorosa experiencia de saberse perdonado a pesar del mal provocado. Es una mezcla de dolor producto de nuestras acciones y gozo producto de la restauración de la condición humana, de la condición filial y de la condición fraterna.
Es el arrepentimiento que no desespera de la compasión y la misericordia de Dios, sino que confía y espera en Dios “que es rico en misericordia” (Ef. 2:4), “lento a la cólera y rico en piedad” (Ex. 36:4; Sal. 85).
Cuando revisamos nuestras vidas constatamos dos cosas: los errores cometidos y el amor incondicional de Dios que todo lo perdona. Pensar en nuestra muerte –como nos recomiendan los padres- es recordar la cantidad de veces que nos alejamos de Dios y reconocer la cantidad de veces que restauró su vínculo con nosotros tomando la iniciativa; pensar en el juicio –como nos recomiendan los padres- es confiar y esperar el perdón y amor de Dios, sabiendo que no lo merecemos y, sin embargo, lo recibiremos.
La compunción es esa experiencia donde sentimos que el corazón se estremece, que no podemos controlar las lágrimas, que enfrentados a nuestra miseria constatamos la gracia inmerecida del perdón y la restauración.
Este ha sido uno de los temas predilectos de los Padres del desierto testimoniado en los Apotegmas o Dichos, veamos simplemente algunos:
“Se contaba del abad Arsenio que durante toda su vida, cuando se sentaba para el trabajo manual, tenía un lienzo sobre el pecho, a causa de las lágrimas que corrían continuamente de sus ojos” (Sentencias de los Padres del desierto. Capítulo III. Apotegma 1).
“Un hermano rogó al abad Amonio: «Dime una palabra». El anciano le dijo: «Adopta la mentalidad de los malhechores que están en prisión. Preguntan: "¿Dónde está el juez? ¿Cuándo vendrá?" y a la espera de su castigo lloran. También el monje debe siempre mirar hacia arriba y conminar a su alma diciendo: "¡Ay de mí! ¿Cómo podré estar en pie ante el tribunal de Cristo? ¿Cómo podré darle cuenta de mis actos?". Si meditas así continuamente, podrás salvarte» (ib. Apotegma 2).
“El abad Elías dijo: «Temo tres cosas: una el momento en que mi alma saldrá del cuerpo; la segunda el momento de comparecer ante Dios; la tercera cuando se dicte sentencia contra mí» (ib. Apotegma 4).
“El arzobispo Teófilo, de santa memoria, dijo al morir: «Dichoso tú, abad Arsenio, que siempre tuviste presente esta hora» (Apotegma 5).
Estos son solo algunos de los muchos apotegmas relacionados a la compunción. Los padres hesicastas fieles a la más genuina tradición de los padres del desierto mantuvieron esta enseñanza y la transmitieron de generación en generación.
Nótese que el venerable anciano San José el hesicasta establece la siguiente característica:
- La compunción es producto de la meditación. Recordemos que para los padres hesciastas, meditación es sinónimo de Oración de Jesús. En este párrafo el P. José nos recomienda que a la par que recitamos la Oración de Jesús, tengamos presente a Dios, su amor incondicional y nuestra limitación humana.
4. La herramienta de la respiración.
“Al comienzo, repetirá la oración muchas veces antes de mantener una respiración. Después, cuando el espíritu se acostumbra a mantenerse en el corazón, pronunciarás con cada respiración la oración: “Señor Jesucristo” inhalando y “ten piedad de mí” expirando. Este modo de practicarla durará hasta que la gracia descienda en el alma y se active. Luego, viene la contemplación (théoria)” (P.José).
Los grandes padres népticos cuyas enseñanzas se recogieron en la Filocalía enseñan que al momento de la meditación, es decir, al practicar la Oración de Jesús, se debe guardar cierta posición corporal asociada a la respiración y a la repetición de la jaculatoria. Tengamos en cuenta que esto es solo una técnica, una herramienta para facilitar la concentración en la oración.
Resulta que muchas personas ponen gran esfuerzo en la técnica pero no en la oración. La técnica produce efectos naturales, una cierta concentración y relajación corporal por la oxigenación de la sangre que se produce con la respiración pausada y profunda, confundiendo estos efectos naturales con efectos de la gracia, tales como la paz, la quietud, la calma.
El Higumeno Charitón del monasterio de Valamo, en su libro “El arte de la oración” claramente señala que no debe ponerse énfasis en las técnicas, que estas son solo instrumentos pero no fines en sí mismos:
“Las diferencias técnicas descritas por los Padres: sentarse, hacer postraciones y las otras técnicas que se usan recitando esta oración, no convienen a todos; son incluso peligrosas si no se tiene una dirección espiritual. Es mejor no intentar utilizarlas. El único método indispensable para todos, es permanecer con la atención en el corazón. Todo lo demás es accesorio y no conduce a lo esencial” (pp 53).
En el libro “Relatos de un peregrino ruso” encontramos el siguiente texto el diálogo entre el starets y el peregrino:
“Ya ves lo que enseñan los Padres en tal caso -me dijo el starets-. Por eso tú debes aceptar este mandamiento con confianza y repetir cuanto te sea posible la oración de Jesús. Aquí tienes un rosario con el que podrás hacer, para comenzar, tres mil oraciones al día. De pie, sentado, acostado o caminando, repite sin cesar: «¡Señor Jesucristo, ten piedad de mí!», suavemente y sin precipitación. Y recita exactamente tres mil oraciones al día sin añadir ni quitar una sola. Por este camino llegarás a la actividad continua del corazón” (Primera Parte. Capítulo 1).
El starets tampoco asocia al comienzo, oración y respiración.
Nótese que el venerable anciano P. José el hesicasta establece como carcterística:
- Primero generar el hábito de la oración.
- Segundo, una vez generado el hábito unir la oración a la respiración.
5. Algunos obstáculos durante la práctica de la oración.
“En cuanto a la primera pregunta: Dios ahora te ha visto, te ha iluminado y te guía. Esfuérzate en hacer su voluntad allí donde tú estás. Di sin descanso la oración con la boca y con el espíritu. Cuando tu boca se canse de repetir la oración, que tu espíritu la suplante. Y de nuevo, cuando el espíritu se canse, la boca comenzará nuevamente. Sólo, no la dejes” (P. José).
La persona cuando es principiante, cuando se inicia en la práctica de la Oración de Jesús, se entusiasma y pone gran esfuerzo; pero mantenerse en la misma actitud requiere gran disciplina y muchas veces surge el cansancio, la monotonía, el aburrimiento, el sueño.
“Respondiendo a tus otras preguntas: la oración en principio debe ser practicada mentalmente. Pero ya que al comienzo el espíritu no está acostumbrado, la olvida. Este es el por qué es necesario alternarla y recitar la oración unas veces con la boca otras con el espíritu hasta que éste sea saciado y la oración se convierta en su actividad [energía]” (P. José)
En el libro “Relatos de un peregrino ruso” el peregrino da cuenta de ello:
“Durante una semana, en la soledad de mi jardín me ejercité en el estudio de la oración interior, siguiendo exactamente los consejos de mi maestro. Al principio, todo parecía ir muy bien. Más tarde, sentí gran pesadez, pereza, tedio, un sueño que no podía vencer, y los pensamientos cayeron sobre mí como las nubes. Busqué al starets lleno de tristeza y le manifesté mi estado” (Primera parte. Capítulo 1).
Para iniciarnos en la Oración de Jesús, es necesario ser humildes para no ser presa de la soberbia y la vanagloria, en la medida que se van obteniendo los frutos de la Oración a través de la práctica. Por eso es importante no desesperar. Ante los desánimos, las distracciones, el aburrimiento es imprescindible cambiar la forma en que se está orando, pero, bajo ningún concepto dejar el tiempo destinado a la oración o la cantidad de oraciones que recomendara el padre espiritual.
“Cuando una llama se encienda en tu corazón y cuando un amor hacia Dios lo abrace, entonces buscarás la hesiquía, como no podrás permanecer más encerrado en el mundo –ya que la oración quemará en tu interior- cuando tú sientas todo esto, escríbeme y te diré que hacer. Si, sin embargo, la gracia no obra de esta manera, a pesar de que tú no has relajado tu celo y practicas los mandamientos del Señor respecto a tu prójimo, entonces encuentra en esto tu descanso, ya que estás bien como estás. No busques recibir más… Sobre el sentido de la diferencia entre los treinta, sesenta y cien denarios, lee el Evangelio” (P. José).
Los frutos espirituales de la Oración de Jesús, junto a la compunción son, el calor del corazón y el amor que surge desde dentro de nuestro ser hacia Dios, hacia la humanidad y hacia toda la creación (reino animal, reino vegetal, reino mineral). Estos pueden no surgir porque no practicamos con un celo verdadero la Oración de Jesús, porque no cumplimos los mandamientos o simplemente, porque, aunque aplicando todo nuestro celo en la Oración y cumpliendo los mandamientos, éstos no surgen.
No hay que desesperar. Nos enseñan las Sagradas Escrituras que hay un tiempo para cada cosa:
“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar; tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar; tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz” (Ecle. 3:1-8).
De acuerdo a su experiencia de vida, cada persona hace sus propios procesos. Hay personas que alcanzan el hábito de la Oración de Jesús en dos o tres meses y a otras les lleva varios años; hay otras que reciben los frutos espirituales luego de varios meses de oración y a otras les lleva toda la vida.
El P. José nos propone leer nuestro proceso de la práctica de la Oración de Jesús a la luz de la parábola de los talentos (Mt. 25:14-30). Dios da a cada quien lo que quiere y cuando quiere. Recordemos que los avances en la práctica de la Oración de Jesús no depende de nuestro esfuerzo personal sino de la acción de la gracia en nosotros y ésta actúa cuando sea el mejor momento, según la voluntad de Dios.
Muchas veces tendremos que esperar para aprender la humildad, otras para aprender la paciencia, otras para aprender a confiar en la providencia de Dios
Nótese como el venerable anciano P. José el hesicasta recomienda mantenerse en la actividad de oración pero cambiando la forma:
- Pasar de la oración vocal a la oración mental cuando surja el cansancio.
- Volver de la oración mental a la oración vocal cuando surja nuevamente el cansancio.
- Aceptar los tiempos personales, los ritmos de nuestra vida espiritual, los designios de Dios en nuestras vidas orientados a los aprendizajes espirituales.
6. Tiempo privilegiado
“Vela por la noche tanto como tus fuerzas te lo permitan” (P. José).
Desde tiempos muy antiguos muchos hombres y mujeres han practicado las vigilias como una herramienta para el encuentro con Dios. Este tema lo profundizaremos más adelante, en otra entrega, aquí simplemente presentamos un esbozo para explicar y fundamentar la enseñanza del P. José, una enseñanza que cumplía estrictamente desde los inicios de su vida monástica en el Monte Athos.
Jesús insiste en mantenerse en vela (Mt. 25:47-51 en la enseñanza sobre el criado fiel y prudente; 25:1-13 en la enseñanza de las jóvenes prudentes e imprudentes; 25:14-30 en la enseñanza sobre el hombre que confía sus bienes a sus empleados y se va al extranjero):
“Velen, porque no saben el día que llegará su Señor […] por tanto, estén preparados porque el Hijo del hombre llegará cuando menos lo piensen” (Mt. 24:43-44).
Estos textos bíblicos calaron hondo en la ascesis monástica. Tanto en las sentencias de los Padres del desierto como en las antiguas reglas monásticas encontramos infinidad de enseñanzas sobre levantarse a la madrugada y permanecer en oración.
Apa Teodoro dijo: «El cuerpo del monje se debilita comiendo poco pan». Pero otro anciano replicó: «Se debilita todavía más velando durante la noche» (Monacato Primitivo pp 582).
“Como en el reino tendremos sólo el día, sin intervención de la noche, velemos en la noche como si gozáramos de la luz; destinados a orar y dar gracias a Dios eternamente, ya aquí no cesemos de orar y dar gracias” (San Cipriano. Monacato Primitivo pp 583)
“No está de acuerdo consigo mismo quien desea vivir siempre y no gusta de velar prolijamente. Desea que no exista la muerte y no quiere recortar su imagen. Esta es la causa, ésta la razón por qué el cristiano debe ejercitar frecuentemente su alma en velas nocturnas” (San Agustín. Monacato Primitivo pp 583).
“San Arsenio «acostumbraba pasar toda la noche en vela»; al despuntar la aurora, cuando ya no podía resistir más, decía al sueño: «Ven, siervo malo», y, sentado, dormía un poco. El gran anacoreta solía decir: «Una hora de sueño basta al monje, si es luchador». ¿Y qué monje no se consideraba un luchador?” (Monacato Primitivo pp 584)
“Doroteo, otro asceta acérrimo, respondió a quien le invitaba a tenderse un rato sobre la estera y descansar: «Si persuades a los ángeles que duerman, persuadirás también al hombre celoso» (Monacato Primitivo pp 584)
“Crucifica tu cuerpo durante toda la noche... Si no sucumbes al sueño, pasa y colócate entre los mártires. No te dejes vencer por el sueño durante la noche; no eches a perder tu victoria. Conviértete en mártir de las vigilias... Los mártires fueron testigos de día; los ascetas, de noche...” (S. Efrén. Monacato Primitivo pp 585).
En Occidente, San Benito escribe:
“Durante el invierno, esto es, desde las calendas de noviembre hasta Pascua, se levantarán a la octava hora de la no che conforme al cómputo correspondiente, para que reposen hasta algo más de la media noche y puedan levantarse ya descansados. El tiempo que resta después de acabadas las vigilias, lo emplearán los hermanos que así lo necesiten en el estudio de los salmos y de las lecturas. Pero desde Pascua hasta las calendas de noviembre ha de regularse el horario de tal manera, que el oficio de las vigilias, tras un cortísimo intervalo en el que los monjes puedan salir por sus necesidades naturales, se comiencen inmediatamente los laudes, que deberán celebrarse al rayar el alba” (Regla de San Benito. Capítulo VII).
San Benito dedica los capítulos VII, VIII, IX, X, XI, XIV a legislar sobre el Oficio de Vigilias; seis de los trece capítulos dedicados a legislar la oración en el monasterio, lo que pone de relieve la importancia de velar en el monacato de occidente.
Los padres hesicastas, continuadores de la más genuina tradición monástica sostienen la misma práctica:
“El que tenga un cuerpo sano que lo mortifique con el ayuno, vigilias y trabajo extenuante” (San Nilo de Sora. La Regla Monástica, Capítulo 4).
El venerable anciano P. José el hesciasta llegó al Monte Athos en 1921 viviendo como ermitaño. A partir de 1947 reunió una pequeña hermandad que se caracterizó por tres prácticas:
- La práctica sistemática de la Oración de Jesús por todos los miembros de la fraternidad.
- La obediencia ciega a su padre espiritual, el venerable anciano P. José el hesicasta.
- La prolongada vigilia nocturna que cada monje practica en su celda cada noche.
En este punto, el venerable anciano P. José era sumamente estricto, algunos de sus discípulos dan testimonio:
“Ya sea que nos hayamos procurado o no tener una siesta por la tarde, tenemos que hacer la Vigilia. No podríamos decir: “Estoy cansado, tendría que descansar un poco hoy, porque trabajé muchísimo y estoy exhausto”. El Anciano no toleraría, bajo ninguna circunstancia, hacer el más leve cambio en nuestro programa” (P. Efraím. Cuadernos Monásticos 206 pp 280).
En la hermandad la vigilia era la actividad más importante de la jornada y todo giraba en torno a ella; el P. Efraím testimonio:
“Todas las cosas eran ejecutadas con el propósito de facilitar nuestra oración nocturna” (Cuadernos Monásticos 206 pp 280).
“La Oración de Jesús era la ocupación principal del Anciano. Él pone toda su energía en cultivar esta oración. Todas sus actividades estaban organizadas de modo que su mente estuviera libre para orar. […] Él practicaba la oración sistemática y diligentemente. […] El día entero funcionaba como una preparación para la oración nocturna” (P. Efraín: testimonio sobre el venerable anciano P. José el hesicasta. Cuadernos Monásticos 206 pp 282).
No obstante, muchas de las personas que me contactan y consultan porque desean iniciarse en la práctica hesciasta o ya lo hicieron pero con dificultades por no encontrar, en su denominación cristiana, alguien que les acompañe y oriente en el proceso, están en el mundo, es decir, llevan o proyectan llevar una espiritualidad eremítica, una espiritualidad hesicasta; son personas que tienen familiares a su cargo, que desempeñan trabajos en la ciudad, por lo tanto, lo expuesto anteriormente debe manejarse con flexibilidad, según las enseñanzas del venerable anciano P. José el hesicasta:
“En cuanto a las horas de oración, ya que vives en el mundo y que tienes muchas preocupaciones, cuando encuentres un tiempo libre, dedícalo a la oración. Hazte violencia para no descuidarla” (P. José).
Nótese como el venerable anciano P. José el hesciasta recomienda y él mismo practica la vigilia nocturna y el impacto que tuvo esta práctica en sus discípulos, no obstante, propone flexibilidad para quienes están en el mundo desempeñando diversas actividades; flexibilidad pero constancia en la oración, sin descuidarla.
(Parte 2 en próxima entrega: Sobre las etapas de la práctica hesicasta)
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